LA CORTESIA Y LA COMONIDAD
LA CORTESIA Y LA COMONIDAD
Un día, sentado en el ómnibus, estaba casi dormido cuando de repende el sueño se me fue la abrupta frenada y el consiguientente arranque violento del pobre y viejo aparato. (Parece que unos choferes se complacen sacudir a los pasajeros, dejando justamente un poco de tiempo en el cual la gente sube y baja.) Durante esta pausa, abordaron dos vejitas, obviamente cansadas. Como yo no pude escapar a la mirada de una, decidí darle mi asiento. Sus ojos me traspasaron la conciencia de buena educación como una saeta tirada del arco de un fantasma de tiempos pasados, más formales y gentiles.
Me paré al lado de la otra y fijé la mirada conatoria en el hombre que se mantuvo sentado aunque yo había provisto un ejemplo perfeto de la ética del transporte público. El objeto de mi desdeño respodií, primero con su propia mirada defenciva y después con estas palabras: "Puedo ver que has concluido que en este país no hay mucha caballerosidad, pero, ¡te equivocas! Hay caballerosidad-¡lo que no hay essuficientes asientos!"
La habilidad con que el tipo se perdonó es chistosa, pero no soluciona nada. La realidad es que cada día nos volvemos más viejos y más cansados, y de los de edad avanzada deben recibir hoy lo que los más jóvenes necesitarán mañana. Además, el considerar a otros primero pudiera habernos salvado de dos errores serios: 1) La pasividad negligente del compañero y 2) la indignación de piedad falsa de su sevidor.
"Hagan ustedes con los demás como quieren que los demás hagan". - Palabras de Jesús en Lc. 6:31, la "regla de oro".
Comentarios
Publicar un comentario