DANDO DE SI MISMO
Dando De Si Mismo
Eestuve trabajando como asesor para un proyecto educativo que propuso modernizar el nivel secundari. Mi oficina, ubicada en la Secretaría de Educación Pública, era una ''colmena'' de actividad puesto que yo servía de contacto entre el ministerio educativo y otras agencias gubernamentables. Los días de trabajo aveces se ponían bastante agitados y todos buscábamos una manera de escapar unos momentos de la ''carrambada''. Unos buscaban alivio en un descanso con cigarrillo y café, y otros con pequeña siesta. El mío vino en forma de una visita con un jovencito limpiabotas llamado Paquito. Amable y eficiente, este muchacho traía todos los días no sólo un lustre de calidad sino un rayo de buena voluntad que resplandecía brillantemente.
Despúes de varias visitas con Paquito, sabía de sus hermanos y padres y también de sus aspiraciones y esperanzas. Cuando estuvo acercándose la Nochebuena, mi esposa decidió enviar unos regalitos navideños (incluyendo unos pasteles ricos) para la familia de Paquito. El chico estuvo atónito al ver las cosas destinadas para su familia y expresó su profunda gratitud por todo. Pero esto no fue todo; al día siguiente él se presentó a la casa y pidió que le alcanzáramos todos los zapatos de la casa. El pasó un buen rato en convertir un montón de cueros apagados en calzado elegante y brillante. Cuando le ofrecí pagar su trabajo, éste justamente orgulloso ''catracho'' (hondureño) me señaló con el dedo y dijo: ''No, señor, el regalo no se paga. ¡Feliz Navidad!''
La gran lección que yo aprendí de este amiguito fue la belleza de dar, no de la abundancia, sino de la escasez; no con una cosa comprada para impresionar, sino de lo que posee y lo que es uno. Dar de su propio ser, de sus talentos, su tiempo y sus esfuerzos es el regalo más valioso que puede dar uno por que es una pequeña parte de su vida: ¿Y quién va a fijar un precio en su propio vida?
El ejemplo de Paquito ilustra muy bien el concepto de dar enceñado por Aquel que dijo ''hay más dicha en dar que en recibir'' (Hch. 20:35). La gran bendición viene en la posibilidad de dar; ¡mejor es poder dar que tener que recibir! Cristo nos dijo que aprenderíamos de los pequeños, y la promesa es segura.
Por supuesto, la dádiva más grande que puede dar uno es su propia vida. Esta verdad es ilustrada por la venida (Jn. 3:16) y entrega (Fil. 2:5-8) del Señor Jesucristo. El no sólo enceñó, sino también demostró el valor de una vida dedicada al propósito de dar de su propio ser. Él se sacrificó hasta la muerte, mas no pide que nosotros nos crucifiquenos literalmente, sino simbólicamente por medio de la renovación de nuestras actitudes y perspectivas: ''No vivian ya según los criterios del tiempo presente; al contrario, cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen aconocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que es grato, lo que es perfecto'' (Ro. 12:2).
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