¡Que Dios Se Lo Pague!
¡Que Dios Se Lo Pague!
Las expresiones que se utilizan por muchos años, aún siglos, pueden repetirse tanto que pierden su mensaje e impacto original. Muchas veces llegan a ser "la cosa que se debe decir" en ciertas circunstancias según las normas de la cultura. Varias de estas expreciones invocan el favor, la presencia o la actividad del Omnipotente, pero se han vuelto tan rutinarias que a la persona que pronuncia las palabras, rara vez se le ocurre que está clamando a Dios.
Unos dichos, como son "adios " (abreviación de una antigua recomendación que uno caminara con el cuidado y la protección de Dios) y "ojalá" (hispanización de una expresión islámica, de los moros, que invocaba el nombre de Alá) se usan diariamente sin conciencia de hacer peticiones a la deidad.
A menudo uno oye las benéficas palabras:
"Que Dios se lo pague," que se acostumbran pronunciar por una persona que quiere manifestar su gratitud. Es más que un simple "gracias" porque, además de verbalizar el agradecimiento que uno siente, sugiere cierta deuda de recompensa de parte de quien recibió el favor. Originalmente, esta "bendición" vino de los labios de gente pobre que podía pagar el favor; después se desarrolló como dicho común, sin tomar en cuenta la capacidad recompensatoria de la persona quien invocaba la participación exclusiva de Dios en pagar al benevolente. Ahora, en tiempos modernos queda el observador de este fenómeno con la idea de que el beneficiado realmente está comunicando lo siguiente: "Gracias, y espero que Dios le recompense, porque yo no voy a pensar más del asunto"!
A estas alturas se debe aclarar algo: ¡está perfectamente bien reconocer e invocar la recompensa divina, pero éste no es el punto!. Desear y esperar la intervención celestial es bueno siempre y cuando el aspirante busque la manera intervenir también. Es decir, probablemente uno no puede pagar la bondad recibida, pero sí puede buscar la manera de hacer siquiera una cosa pequeña para demostrar su gratitud. Esta actitud se manifestó muy bien en un obrero mexicano hace unos años: al recibir una ayuda económica para cubrir unos gastos de una emergencia, él fue a la casa del señor benefactor y se ofreció para hacer cualquier trabajo que se necesitara. Su bondad recíproca apoyó y dio significado a sus palabras de gratitud. "Que Dios se lo pague."
"Un préstamo al pobre es un préstamo al Señor, y el Señor mismo pagará la deuda" (Pr: 19:17).
MUY BUENO Y EDIFICANTE EL MENSAJE!!!
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